FOTO ADOLFO PREVIDERÉ. Pedro Passadore saltando con llamas en sus piernas tras el incendio del Pianetto - Dodge
Domingo 21 de agosto de 1977. Las legendarias "500 Millas Argentinas" ya habían terminado de escribir su historia de medio siglo hacía un par de años. Desde que el gran Luis Di Palma había escrito su nombre como ganador en el cuadro de honor en una competencia reducida en su distancia, pero que hasta esa edición de 1975 había conservado su denominación.
No obstante, la Mecánica Argentina Fórmula 1 sobrevivía a todas las dificultades que planteaba una situación económica demasiado compleja por todo lo que en ese momento demandaba participar en una categoría que se destacaba por sus avances tecnológicos, impulsados por constructores y preparadores de un nivel excepcional.
Los mejores pilotos argentinos y uruguayos ofrecían competencias espectaculares con autos de una tremenda potencia, mezclándose los motores de seis con los de ocho cilindros, cada uno con sus referentes.
Hace 47 años, los monopostos más poderosos de este rincón del mundo se habían dado cita, una vez más, en el autódromo "Ciudad de Rafaela". Y justamente, un piloto oriental era uno de los indiscutidos protagonistas y habitual postulante a la victoria en cualquier escenario de nuestro país y del otro lado del Río de la Plata, donde El Pinar también recibía a la categoría.
Pedro Passadore, quien ocupa el centro de la escena en esta historia, abordó ese domingo, con un Pianetto - Dodge, el curvón norte. Como tantas otras veces, comenzó a transitar por la demandante cabecera peraltada, que más adelante desembocaría en la recta principal.
Todo parecía transcurrir normalmente y nada hacía suponer que en un momento y de manera sorpresiva, el auto salga despedido hacia la parte externa, impacte contra la defensa metálica y se deslice posteriormente hacia el centro de la cinta asfáltica. Lo que podría haber sido un accidente normal, generaría finalmente un momento de extrema tensión e incertidumbre.
El siempre temido fuego se apoderó del monoposto y los segundos que transcurrieron hasta que Passadore pudo abandonar su puesto de conducción, sin duda, daban la sensación de no terminar nunca. La imagen de Pedro, con algunas llamas en su buzo antiflama, le agregaron una cuota de dramatismo a la escena.
ARMEMOS EL ÁLBUM DE FITO PREVIDERÉ. El recordado fotógrafo rafaelino y una de sus inseparables cámaras.
Adolfo "Fito" Previderé, un prestigioso fotógrafo rafaelino, ubicado en ese lugar, disparó con su cámara Nikon, obteniendo imágenes que, como él mismo lo confesó, lo terminaron sorprendiendo cuando reveló el rollo en el cuarto oscuro de su laboratorio. Particularmente una, en la que se lo veía al piloto saltando de su máquina con el fuego en sus piernas.
"Fito", un artista muy respetado en su profesión, como lo hacen todos sus colegas, tituló ese fotograma, identificándolo como "Salto a la Vida". Un nombre que definía en ese simple concepto, una imagen que terminaría recorriendo el mundo y obteniendo distinciones nacionales e internacionales.
Hasta aquí, la mención de uno de los hechos más trascendentes -y con un desenlace feliz- en los 105 años de Atlético como organizador de competencias automovilísticas.
Claro, en lo personal, no puedo dejar de recordar aquel episodio, que viví en primera persona y desde un lugar privilegiado. En esa carrera, Leonelo Bellezze, director y relator de Corporación Deportiva Líder, me había asignado la cobertura de ese puesto móvil en la transmisión de LT28 Radio Rafaela.
No en todas las vueltas, pero sí de manera frecuente, tenía la responsabilidad de comentar lo que ocurría en ese sector desde mi improvisada posición, sobre la chata de una camioneta que formaba parte del operativo de rescate.
Cuando se produjo el accidente, empecé a comentarlo, seguramente con voz nerviosa. Todo transcurría con la misma normalidad de toda la carrera, hasta que el vehículo, conducido por Gabriel Rivarossa, aceleró hacia la pista. No me dio tiempo para afirmarme ni sujetarme. La inercia me hizo caer, sin proponérmelo, por la parte trasera del lugar en el que estaba apostado, hasta terminar en la tierra. Golpeado, pero con el compromiso de seguir informando, con el micrófono aferrado a mi mano derecha, llevé tranquilidad a la audiencia sobre el buen estado de salud del uruguayo. Había cumplido la misión que me habían encomendado..
Fue uno de los tantísimos eventos que tuve el privilegio de cubrir en mis casi 54 años en el periodismo. Y me marcó a fuego, parafraseando la escena que pude observar, con lógica preocupación, en un lugar muy caro a los sentimientos de todos los rafaelinos y de quienes hemos tenido -y seguimos teniendo- la siempre atrapante misión de informar: nuestro emblemático Templo de la Velocidad.
Víctor Hugo Fux (Especial para Diario La Opinión de Rafaela y Fierros Calientes).