REVISTA DEPORMES. Alberto Rigoni sonriente durante una entrevista realizada en el mes de octubre del año 1984.
No hace mucho tiempo lo visité en Pilar, compartiendo un viaje con Carlitos Ternengo, que por diferentes circunstancias se venía postergando. También integró esa pequeña comitiva que se trasladó a esa localidad, Cecilia Ternengo, la hija del Nene.
Carlitos, que viajaba todas las semanas, habitualmente acompañado por Norberto Capella, fue el coordinador del grupo por tener un conocimiento absoluto de cada rincón del hogar en el que residía desde hacía algún tiempo el querido Alberto Rigoni.
Esperamos algunos minutos con Cecilia en uno los pasillos, mientras Carlitos recibió la aprobación para trasladar a Beto hasta el lugar donde lo estábamos aguardando.
Recorrió esa galería en su silla de ruedas, ayudado por Carlitos, para detenerse frente a nosotros. Le costó reconocernos, pero una vez que supo quiénes éramos, afloraron los recuerdos.
Su memoria, realmente prodigiosa, recorrió momentos y lugares.con total naturalidad. Se emocionó cuando abrazó a Cecilia y recordaron al Nene, del que Beto fue su acompañante en el Turismo Carretera.
Hablamos de los viajes que compartimos, al Campeonato Argentino de Ciclismo en Santa Rosa (La Pampa) y de los que hicimos a Uruguay con nuestra Fórmula 1 en la década del 70.
También, por supuesto, de las competencias de motociclismo, en las que en algunas ocasiones pasábamos las noches en un hospedaje pueblerino, como el del amigo Colombero en Santa Clara de Buena Vista. O aquella vez que me paso a buscar con su camioneta Dodge para ir a una carrera de TC2000 a San Jorge, ingresando al autódromo sin escalas a la zona de boxes con su credencial de comisario deportivo.
Beto "participó" -como él siempre decía, porque consideraba que nunca fue un buen "carrerista"- en el ciclismo y el motociclismo, pero su pasión deportiva la canalizó mayormente a través de la dirigencia, claro, en esas mismas actividades.
Como director técnico de los equipos de la Asociación Ciclista del Litoral, siempre lució con orgullo en su pecho la medalla que le entregaron en la primera edición de la mítica competencia "Cruce de los Andes".
Su labor como comisario deportivo de la Asociación Santafesina de Motociclismo es recordada por su capacidad para desempeñar esa función en una época donde no era sencillo mantener a raya a los pilotos, que conocían todas las mañas.
Beto fue el impulsor del motocross en nuestra región y también en esa especialidad su nombre aparece en la historia como una referencia obligada.
Podría escribir infinidad de anécdotas, pero hoy simplemente quiero recordarlo como un tipo que vivió intensamente y que nunca pasó inadvertido en cualquiera de las actividades que lo tuvieron como protagonista.
Beto se fue y dejó un legado muy importante para todos los que fuimos distinguidos con su amistad y su respeto: "el único secreto es trabajar", decía cuando le elogiaban el estado de un circuito, que él muchas veces preparaba, aplicando las enseñanzas que le transmitió Alberto Sinconvich.