FOTO ARCHIVO. Gilles Villeneuve y Ferrari formaron una dupla que supo ganarse el cariño de los tifosis de todo el mundo.
Cada 8 de mayo, los aficionados dedican unos instantes a recordar a uno de los mejores pilotos de todos los tiempos: Gilles Villeneuve. Fue en ese día, de 1982, cuando el canadiense perdió la vida en el circuito belga de Zolder.
Villeneuve era mucho más que un piloto temperamental, era un tipo que devoraba la vida de la misma forma dentro y fuera de los circuitos. Cuentan que volvía a Maranello con los Ferrari de calle que usaba con los neumáticos y los frenos completamente destrozados. Recogí otro nuevo y se marchaba.
Lógicamente, Enzo Ferrari, ya en el ocaso de su larga vida, vivía enamorado de aquel genio y, con él, todos los tifosi. Daba igual que Gilles Villeneuve no ganase (solo logró seis triunfos en toda su carrera en la Fórmula 1) porque su prodigioso talento iba más allá de la simple victoria. Verlp conducir el auto rojo o con la suspensión y palieres del 126C casi arrancados valía la pena en cualquier tipo de circunstancia.
Pero que nadie incurra en el error de pensar que Gilles Villeneuve no era más que un loco sin cabeza que afirmaba que la zona donde mayor sensibilidad tenía para detectar adherencia del monoplaza eran las nalgas. Villeneuve fue el piloto más rápido de Ferrari desde que llegó, pero aguantó su papel de secundario para dejar que Jody Scheckter fuese campeón en 1979.
FOTO ARCHIVO. Enzo Ferrari siempre reconoció al canadiense como uno de sus pilotos más queridos.
Después llegaron dos años duros, los que tardó Ferrari en poner a punto su motor V6 Turbo, una mecánica indomable, con una puesta a punto muy compleja y capaz de perderla en cualquier momento de la carrera con solo acelerar. Villeneuve no se rindió y trabajó duro para sacar adelante aquel proyecto y en 1982 parecía que la Scuderia había encontrado al fin el camino.
En la cuarta carrera de la temporada, el Gran Premio de San Marino, desde el muro se da la orden a los pilotos de bajar el ritmo a mitad de la carrera. Villeneuve era primero y Didier Pironi segundo. Pero el francés aceleró en la última vuelta y le robó la victoria al canadiense. Gilles no le perdonó la ofensa y Enzo no entró en reprimendas entre sus pilotos. Se limitaba a ver a sus gladiadores sobre la arena desde el palco imperial de su propio Coliseo.
Llegaron al circuito belga de Zolder y a Gilles no le salían los tiempos. Por mucho que apretaba en clasificación estaba por detrás de su compañero Pironi y los neumáticos eran tan blandos que no permitían encadenar vueltas rápidas. Volvió a boxes para un nuevo intento, seguramente enfurecido dentro de su casco.
En su camino se encontró a Jochen Mass conduciendo despacio, también de vuelta al garage. Mass lo vio venir rápido y se apartó a la derecha para dejarle la parte externa libre, Gilles no esperaba este movimiento e intentó adelantarlo por el mismo sitio. Chocó contra él y la Ferrari voló a más de 200 km/h. Gilles salió disparado del monoplaza atado a su asiento y cayó a más de 50 metros de los restos del coche, sin casco. Algunos pilotos pararon para ayudar, el médico tardó 35 segundos en llegar al lugar del accidente. Villeneuve tenía pulso pero no respiraba. Fue entubado y trasladado en helicóptero al hospital de la Universidad de St. Raphael. Tenía el cuello roto y los médicos no pudieron mantenerlo vivo más allá de las 21:12 de esa noche fatídica del 8 de marzo de 1982.
Gilles no necesitó ser campeón del mundo para ser recordado como uno de los mejores pilotos de la historia, posiblemente uno de los que más quiso don Enzo Ferrari y, hoy en día, sigue siendo considerado por encima de muchos que sí guardan títulos en sus vitrinas.